viernes, 21 de septiembre de 2018

Olimpia del 73

Quién era ese muchacho bueno noble y esforzado…?

Por Luis Hernán Cornejo Montes (Nano)

Las carreras en tropel, coludidas con gritos nerviosos y perseverantes presagian que algo ocurre
especialmente para los que corren. Estaba yo ese día en la sala de mi liceo Neandro Schilling en un
momento que no habían clases… de lo que sí estoy seguro es que eran más o menos las 10:00
horas, momento del primer recreo.
Eran calientitas y aromáticas… cuando pasaba el señor que las llevaba, dejaba el patio impregnado
con ese olor tan característico que enloquecía nuestros apetitos, quedaban entre el pasillo de los
nuevos pabellones y el edificio antiguo, donde se instalaba un puesto pequeño como en todas las
Escuelas y Liceos del país, para atender los requerimientos de apetito de los jóvenes estudiantes,
que en las mañanas de invierno , caminan encogidos por los patios y pasillos. Eran las infaltables,
las empanadas de pino calientes y jugosas, ese jugo tocaba tus manos y te dejaba impregnado
todo el día aunque te lavaras, mejor que un perfume francés. La carne siempre por increíble
sortilegio se quedaba en algún lugar menos donde debía estar acurrucada dentro de la masa. Mis
compañeros las conocían por las chaucheras de cebollas, pero conste, no había nada más sabroso
ni encomiable, que esa empanada en la fría mañana del patio del liceo.
Lo que si recuerdo de ese tropel de liceanos, es la risa grande fuerte de Lautaro Morales, que
corría por el pasillo con empanadas en sus manos, ofreciendo el manjar a quien lo quisiera en una
suerte de Robin Hood; en un descuido del llevador de empanadas, en una rápida pasada como
rapiñas como magos callejeros, hicieron desaparecer las chaucheras, que ahora corrían por los
pasillo del liceo en manos de estos diablillos, ofrecidas a quien se cruzara.
Delgado, espaldas anchas, piernas fuertes, músculos delineados, de hablar fuerte, también cuando
algo no le agrada o ante una injusticia. El rey de la curva escuche por ahí, disfrutaba el atletismo
con seriedad y también con cuanta actividad de Olimpia se cruzaba por su camino, parecía un
hombre serio, pero conste, también dejaba espacio para la ancha sonrisa y el jolgorio .
Lo estoy viendo correr con el testimonio en la mano tragándose la curva Norte, con pasos
agigantados, era el correo del zar, Calixto Gauna, (Patriota Argentino, “Los fronterizos” canción del
mismo nombre), el esclavo que debía hablar al oído del emperador romano, cuando sentado
frente al desfile de conquistas, esclavos, animales, armas obtenidas en las guerras, debía repetir
en su oído detrás de su espalda, “mañana todo se habrá olvidado”, “los que hoy gritan y aplauden
mañana ya no estarán contigo” … a cada momento. Porque Lautaro era el que estaba en la
reflexión, el que miraba un poco más lejos, pero siempre con la humildad en su corazón, quien
buscaba el confín que se le presentaba diáfano y brillante.
Lautaro corría por el pasillo con las empanadas en las manos como si fueran el testimonio en su
curva hacia el infinito, pero al final de la curva estaba… Gaston Maraboli … (Inspector General)…
para recibir ese testimonio y llevar a los alumnos al comité de ética de las olimpíadas. Todo
terminó allí, vuelvan a sus salas, a pagar las empanadas.¡ Nunca supe las sanciones o si debieron
presentarse sus entrenadores al Liceo! espero que no haya sido así.
Las empanadas volvieron al otro día como todos los días, pero ahora llegaron en una caja fuerte
con una combinación ¡tan larga! que el propio dueño la olvido…alguien rápido debía ir corriendo a
buscarla… clic …

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